Después de tantos años la translucidez que permitía pasar la luz se había desvanecido. No hay mas brillantez amarilla calándose profundamente dentro de los ojos. El olor de demasiada colonia hiede mezclada con el olor de bares acumulados en la piel y la vestimenta. Es casi revulsivo. La distancia y el tiempo han echo perder la importancia de sentirse cercanos.
Han pasado demasiados años y este encuentro no lleva a ninguna parte. No es necesaria porque los meses sumados a lo meses han demostrado que no importa qué pasa o deja de pasar. Unos extraños sentados en un bar delante de un whisky y un café encontrándose por primera vez en su vida.
Con los años se fluye y se cambia, de estado, de forma, de color, de velocidad. Y todo lleva a un término donde solo se llega siguiendo el camino que ha marcado la acción que se tomaba. Ni más lejos, ni más cerca. Sólo el sitio exacto al cual pertenece cada uno des del momento de la primera decisión de un ser humano.
Por eso hay un café para el y un whisky para ella. No hay nada que decir, nada que hacer, no hay ni un porqué ni un porqué no. Ni sentido ni sentimiento. Solo el deseo de huir muy lejos. Lejos para continuar teniendo el recuerdo del hombre vivo y no retener el hombre deshecho y vacío. Pero el whisky sigue delante de las manos y el café continua caliente sobre la mesa. Inmóviles y en silencio se descubre lo que ya se sabía. Todo terminó el día que terminó.
